lunes, 23 de febrero de 2015

Olor a tiza.


Hoy he visto en El Pais una noticia : http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2015/02/20/actualidad/1424453286_004100.html, en la que se alaban los beneficios de las nuevas tecnologías en el aula. Algún día, sostiene el autor, diremos a nuestros alumnos "encended los móviles" convencidos de las bondades de las telecomunicaciones en clase.

¿Cómo negar las posibilidades educativas que ofrece la red?, ¿no se ha dicho siempre que uma imagen vale más que mil palabras?. Pues negandolo. No es cierto que las nuevas tecnologías sean buenas herramientas de educación del mismo modo que unas pocas palabras pueden ser mas descriptivas que mil imágenes.

No puedo negar que internet ponga a nuestro alcance una inmensa biblioteca. No puedo decir (si puedo, pero esto es otra historia, como diría Kipling) que no encuentres toda la información que necesites en esta contemporanea biblioteca de Alejandría, pero ... ¿dar información es educar?, ¿la información ejercita la mente o la adormece?, ¿la información te hace libre o te esclaviza?.

El hombre no necesita en estos momentos información. Está sobreestimulado. La información es la atmosfera de nuestra cultura, la respiras, te impregna, aunque quieras no puedes evadirte de ella. Estamos borrachos de información y en nuestra embriaguez alucinamos que aprendemos, pero no es cierto. Los datos pueden dar erudición, pero no sabiduría. Apprehendere es agarrar, coger con la mente, palpar las verdades que pueda haber en las cosas cada cual con sus dedos. Aprender no tiene nada que ver con inmersión informativa. No puedes estrujar el aire.

Para aprender es necesario tocar, oler, temblar, gustar, centrifugar, recomponer. Aprender es una labor íntima que se realiza en comunión con los objetos sin mediación sacerdotal. Aprender es un proceso multisensorial no multimedia.

El otro día ví en youtube un montón de videotutoriales sobre cómo encestar triples y se los mostré a mi compañero de educación física. Le propuse que cambiase el patio por el salón de actos como medio de ejercitar a los chicos, pero se negó. No le parecía que la información fortaleciera las piernas o la puntería, sin embargo no veía reparos en la idea de ejercitar los músculos cerebrales con vídeos. Imaginaba unos deportistas gordos viendo partidos en el sofá, pero no era capaz de imaginar unos mofletudos y sonrientes bobos intelectuales como resultado de mi modernísimo método pedagógico.

Y desde el otro lado de la tarima, el del educador, ¿tiza o proyección?. Tiza sin lugar a dudas. La tiza es libre, baila grácil en el encerado. Dibuja letras, dibuja símbolos, dibuja ideas blancas sobre verde. La tiza es espontanea. La tiza es imperfecta. La tiza obliga a copiar, a mover los dedos. La tiza prepara las neuronas para la acción motora, la acción prensil inherente al apprehendere. La tiza huele, sabe y se siente.

La tiza mancha. Llena el suelo de cal y vivimos en un mundo limpio. El borrador se sacude en la ventana y ensucia las paredes. El borrador queda limpio y reutilizable, no hay que reponerlo. Todo son invonvenientes. Ahora tenemos rotuladores y pizarras blancas. Pizarras limpias en aulas limpias. Ya no se ven mosaicos de aúreos rectángulos calizos estampados en las paredes. Ahora el borrador es un consumible, un papel que se cambia cada pocos usos, un repuesto que se tira, una mierda que desaparece al tirar de la cadena. La peste va lejos. La tinta mancha fuera. La tiza es demasiado caprichosa para nuestros dictados planes educativos. ¡¡Muerte a la tiza!!. ¡¡Vivan las ideas limpias, definitivas, claras y luminosamente proyectadas!!. ¡¡Viva la modernidad!!. ¡¡Viva la uniformidad informativa universal!!.

Ni siquiera puedo elegir ya la tiza a menos que me lleve de casa la pizarra. Me someto al rotulador.